¿Son los gatos una encarnacion divina?

"Venerados en la antigüedad, ¿qué ha quedado de estos pequeños dioses peludos? Explora el vínculo sagrado y la energía protectora que los gatos traen a tu hogar."

ENERGÍA Y RITUALES

🐈‍⬛ Los gatos: de dioses egipcios a terapeutas modernos (sin haberlo pedido)

Pocos animales han logrado lo que el gato: pasar de ser una deidad egipcia a un influencer doméstico que te ignora mientras haces todo lo posible por agradarle. Pero detrás de esa mirada que parece juzgarte (y probablemente lo hace) se esconde una historia milenaria donde lo sagrado, lo simbólico y lo cotidiano se entrelazan con una elegancia que solo un felino podría sostener.

Egipto: cuando el gato era más importante que el faraón

En el antiguo Egipto, los gatos no eran simples mascotas: eran encarnaciones vivas de la diosa Bastet, símbolo de protección, fertilidad y armonía del hogar. Su presencia se consideraba una bendición, y dañar a un gato podía ser un delito digno de los peores castigos.
No es de extrañar: Bastet era la guardiana del equilibrio, la que mantenía a raya la oscuridad (y, de paso, los ratones). Los egipcios veían en el gato una conexión directa con el orden divino, una especie de wifi espiritual con los dioses —sin necesidad de contraseña.

Japón, Europa y más allá: el gato como amuleto universal

Saltamos en el tiempo y el espacio: en Japón, el Maneki-neko, ese gato que mueve la patita, es el símbolo de la buena fortuna y la prosperidad. En la Europa medieval, sin embargo, los pobres gatos no corrieron la misma suerte. Fueron acusados de servir a las brujas, lo que explica por qué el gato negro acabó siendo protagonista en tantas historias de superstición.
Irónicamente, mientras la Inquisición los temía, las plagas se multiplicaban sin que nadie entendiera que eliminar gatos no era precisamente una estrategia higiénica brillante.

Los gatos y el bienestar moderno: los nuevos gurús del mindfulness

Hoy, los gatos han vuelto a ocupar su trono, aunque sea en versión sofá. Estudios científicos confirman lo que ya intuían los egipcios: convivir con un gato reduce el estrés, mejora el estado de ánimo y promueve la calma.
Su capacidad de quedarse quietos durante horas, observando el infinito con absoluta concentración, es la mejor clase de mindfulness gratuita que podrías recibir. Y lo hacen sin venderte un curso ni un libro de autoayuda.

¿Por qué seguimos sintiendo que hay “algo” en ellos?

Quizás porque los gatos, con su misteriosa mezcla de independencia y ternura, nos recuerdan algo que a menudo olvidamos: que el poder no está en hacer ruido, sino en observar, esperar y moverse solo cuando es necesario.
En un mundo que exige productividad constante, los gatos son una bofetada silenciosa a la hiperactividad humana. No tienen prisa, no buscan aprobación y no dudan en dormir 16 horas al día sin sentir culpa alguna. ¿Y quién no querría alcanzar ese nivel de iluminación?

Conclusión: los gatos siguen siendo sagrados (aunque ahora adoren el sofá)

Tal vez ya no levantamos templos en su honor, pero los seguimos fotografiando, admirando y adorando. Porque, seamos honestos: aunque ellos vivan con nosotros, todos sabemos quién es el verdadero dueño de la casa.

Los gatos no necesitan recordarnos su poder espiritual. Les basta con una mirada. Y tú, humano, vuelves a servir la comida a tiempo.